El café a la turca o igualmente conocido como café arábigo, es consumido usualmente en todo Medio Oriente, y se trata de una versión muy concentrada y extremadamente aromática de esta deliciosa bebida.
Para obtener un café a la turca con todas las letras, debe disponerse de la tradicional jarrita de cobre y de larga asa llamada cezve, del café previamente molido muy finamente, cási con la textura de polvo (originalmente se lo pulverizaba en un molinillo de latón), y de especias como canela, cardamomo y anís, también molidos.
Al momento de prepararlo se calcula unos 50 centímetros cúbicos de agua por pocillo, se coloca en el jarrito y si se desea, es el momento de incorporar el azúcar. Una vez disuelto este último se lleva el jarro al fuego hasta que rompa el hervor. Luego se lo retira y se agrega una cucharadita de café por persona, más una extra, para así llevarlo al fuego hasta que nuevamente llegue a ebullición. En este punto del proceso algunos países difieren en la cantidad de veces en que se lleva a hervir la bebida, variando entre 2 y 7 veces, quitando de la llama por al menos dos minutos el cezve, entre una y otra.
Es importante eliminar la espuma del café que se hace entre ebullición y ebullición así se mezcla bien antes de servirlo, y agregar una cucharada de agua fría para así acelerar el depósito del polvo en el fondo de la jarra antes verterlo en las tazas.
El áweh o café arábigo se sirve muy concentrado y sin filtrar en pequeñas y típicas tazas bajas sin asas, y se toma cuando el polvo remanente se ha depositado completamente en su fondo.
El café a la turca es uno de los cafés más fuertes y aromáticos, ideal para acompañar los fríos días de invierno.
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